He vuelto a recordar

Teresa García de Santos
4 min readJul 6, 2022

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Escribo para hacer memoria
y para dar las gracias.

Este semestre me he estrenado en no pocas cosas. He escrito mi primer poema, fumado mi primer piti y montado -sido copiloto- en mi primera moto. Nunca antes había estado en Lyon o en Milagro, ni había escrito y leído tanto. Tampoco recordaba un dolor que ardiese así, ni una nostalgia que encerrase así, ni una soledad que afligiese así. He abollado por primera vez el coche, he hecho mis primeros viajes largos conduciendo y me han caído mis dos primeras multas -los semáforos se ponen en rojo antes de tiempo-. He estado fuera de Instagram y es una fantasía eso de no publicar las fotos en las que sales guapa, ni de enterarte de la vida de la gente.

No he esquiado un solo día y he estado meses sin correr, pero he patinado -y me he estampado con una farola- después de años de abandono. He descubierto mi nuevo desayuno favorito -pan de semillas, tomate, pavo y queso fresco-, y también que no me sienta bien cenar. He llorado en clase de conmoción, de alegría y de dolor. Y cada jueves he dado las gracias al Cristo manco de la pared por estar allí y vivirlo junto a ellos. Me he aficionado a la leche de soja y al agua con gas, con hielo y con limón, a leer poesía, a comprar -y devolver- en Mango Outlet, a los pantalones flare y a This is us. Me he sentido un poco madre en el IESE cantando “Si tienes fe” a Miguelón y dando consejos sobre ropa masculina. He vuelto a Barcelona, a Viena y a Denia, y a ver a Ju, a Ana Pau, a Nek y a Anita Uribe. Me he sentido incapaz de volver a querer, pero mis amigas y mi familia se han encargado de quitármelo de la cabeza -y del corazón-.

He sufrido y descansado con las Lus -hermana, Sánchez y Casillas- y las Meris -hermana, Palos, Bolio y Hernández-. He disfrutado como nunca las comidas familiares con los primos y las conversaciones con la abuela Lola. He aprendido de memoria el camino al Prado -para recoger a Javier- y al Stella -para hablar con el Padre Juan Antonio-. He salido cada día del Oratorio guiñando un ojo a la Virgen y al Sagrario, tras contarLes la misma historia una y otra vez. He vivido en mis carnes la gracia de la Resurección y he pedido perdón por haberLe dañado en la carne de otros.

Jamás había sacado tan buenas notas, ni expuesto mi intimidad en los trabajos; ni visto tanto a Belén, ni tan bien a Ble. Fui profundamente feliz el día que fui a Becas Europa y descubrí que mis niños ya no eran tan niños y la tarde que conocí a Jesús Montiel y a Lucía Be. También lo fui en el reencuentro con Andrej -previo a su diaconado-, en Semana Santa -en Arandilla y con Inés- y estos días que ha vuelto Luchi. Y sobre todo viendo a mamá sonreír después de unas Navidades no tan fáciles.

He entrelazado mi mano a la de Javier en cada Misa dominical y me he reído de sus nuevos dientes con brackets. Pero no me ha hecho tanta gracia mi perfeccionismo y lentitud. Tres amigas se han prometido -Isa, Claris y Martu- y otras tres lo han dejado. He gozado en las Ventas, en el concierto de Paula Mattheus y en la sesión con Barahona. Me ha reconfortado el olor a puro de Nachete, a Zara Home de la casa de Pau y Javier y a flores recién cortadas de las adoraciones mensuales. He publicado en una revista, he servido de inspiración -a mi pesar- para un artículo y he comenzado un cuaderno del año -con fotos, dibujos y palabras-.

Hacía tiempo que no leía algo tan bello como el escrito de Crevi sobre el Congo y como el de Santi Huvelle: “¿Qué belleza salvará el mundo?”. He envidiado a San Juan Evangelista por recostarse en el regazo de Jesús y me he identificado con él al resguardarme en el pecho de mi padre. Me he asombrado de la bondad de los Pablos -Micha y VG-, de la sencillez de Aurora y de la delicadeza de Marcos. He empezado a colgar las toallas del derecho y los pantalones en perchas. He pensado bastante en la muerte, en la confianza y en la preferencia. He vuelto a recordar que es Cristo el amor de mi vida y lo mucho que echaba de menos reírme tanto, tanto como lo hice ayer jugando al Catán.

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